Ciclo de cine: Por los caminos del Este. Tercera temporada 2025

Por los caminos de las cinematografías del Este: Cine de los Balcanes. Homenaje a Claudia Cardinale

Ciclo de cine – tercera temporada del 2025 (Octubre – Noviembre).

Escrito por Grupo Kinoks

En recuerdo de Claudia Cardinale [1938-2025] La sonrisa, luminosa, en la mirada de Claudia.

Para dar cuenta de un comentario poético de José Luis Márquez a propósito del fallecimiento de Claudia Cardinale (1938-2025)

En el minuto ocho y tantos segundos de FELLINI OCHO Y MEDIO (1962), hay un instante de silencio en que la música cesa y aparece una sonriente y luminosa Claudia Cardinale que ofrece un vaso de agua curativa a un solícito Marcello Mastroianni. Es un momento único. Más adelante, en voz de Mastroianni, Fellini describiría a Claudia, como una especie de numen, situada al principio, y no al final, de esa película y de cualquier otra: «Es bellísima. Joven y anciana, niña y mujer ya, auténtica y radiante. No hay duda de que ella es su salvación…» Fellini fue profético: la enorme, maravillosa actriz, sería igualmente cardinal en las épicas de Visconti, Sergio Leone y Werner Herzog, en tanto otros cineastas de talento, como Marco Ferreri, Mauro Bolognini, Liliana Cavani, Mario Monicelli, la llevarían en sus relatos, en apretada secuencia, en aquellos años de 1960 y 1970, con donaire. En todas ellas brillará la mirada, o la sonrisa, de esta actriz generosa, que acaba de morir.

Alguna vez Claudia comentaría: «Yo llegué al cine en los años sesenta, cuando era algo grandioso. He rodado más de 130 películas. He estado en todas partes, América, Europa, Australia, y he conocido miles de lugares hermosos. De pequeña quería ser exploradora y, de alguna forma, lo he sido».

Cine de los Balcanes

Terminaremos esta temporada con la introducción a un cine, si se quiere barroco, que nomadiza su búsqueda entre lo épico y lo lírico, cuyo ciclo continuaremos el próximo año, un abrebocas, un puente hacia una zona que reúne lo existencial, lo lo político, lo vulgar y lo cómico. Con  Aleksandar Petrović el amor, la etnia y las relaciones sociales en una aldea gitana que nos atrapa en el lugar límite, en la frontera de los pueblos, nos atrapa en el mundo gitano y en sus melodramas delirantes, entre la ficción y el documental, sin caer en el pintoresquismo, aquí, la vida de una comunidad gitana con sus leyes propias, con sus códigos morales y religiosos, sus compromisos rituales, marcará su diferencia con el resto de la sociedad, con sendas canciones de Olivera Vucoo y un colorismo innovador. Mientras que «Dulce película» (Sweet Movie, 1974) de Dušan Makaveje, nos introduce en la subversión de las imágenes, tan perturbadora como Insania de Svanmajer, en esta película nada correcta, obscena, lujuriosa, llena de sarcasmos políticos, la libertad se presenta a través de una orgía gastronómica y con otras prácticas que buscan la perturbación, mientras que la ley opresora se muestra en el contexto de concursos de belleza, en la masacre de Katyn y en las terapias alucinatorias, en un barco brutal, escandaloso, prohibido, que rebasa los límites del desenfreno sin pudores ni discursos edificantes.

Con Emir Kustorika, El tiempo de los gitanos, se presenta con una banda sonora compuesta por Goran Bregovic, la película no solo explora el mundo subterráneo de los gitanos, sino que además entra en lo grotesco, en el realismo mágico, en la risa y el desparpajo, con brotes alucinatorios y locura de comportamiento en todos los costados, entre la algarabía, la explotación infantil, las despedidas melancólicas y la decadencia. Con La vida es un milagro, Kusturica dibuja la sangrienta fractura yugoslava mediante el símbolo y la comicidad: el tren imposible, las bestias que vienen de Croacia, la correspondencia entre partidos deportivos y  batallas bélicas, Metáforas siempre contrapuestas a la épica voluntad de unión de un pueblo festivo y desarticulado por la guerra, con sus idas y venidas, sus alucinaciones, su loca carrera por encontrarse.

Un caso aparte merece el director griego, Teo Angelopoulos, cuya poética rebasa todos los estándares del cine:  Abandonar la tierra, ver el exilio de los inmigrantes en clave épica, hacer un montaje con parábolas míticas, con puestas en escena, planos generales o secuencias largas, para conquistar el tiempo en el espacio. Paisaje en la niebla, evoca el silencio de dios, y si dios calla, los niños se transformarán en lo divino, reinventarán el mundo, renacerán en el exilio. Los niños, al ir en busca de los orígenes, descubrirán el tiempo, la violencia, la esperanza al borde de la copa de la desesperanza, el tren que los sitúa en su propio nomadismo, el ir a alguna parte sin llegar a ninguna, con imágenes frías y un pormenorizado viaje por los meandros del destino, atravesando la historia con el mito antiguo. Teo Angelopoulos merece un ciclo completo, objetivo que cumpliremos el año próximo, si nuestro viaje por la linterna mágica nos es propicio para sobrevivir en este reino de la realidad que no compensa, una manera de respirar y de morar en las imágenes como un viaje sin el cual el mundo real carecería de magia y de relato  Por eso, Paisaje en la niebla, será apenas un ingreso en el barco que nos llevará al viaje por su cine épico y novelesco, en los que el tiempo será nuestro testigo mudo.

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