Escrito por: Ricardo Ospina
Entrevista a Vivian Martínez Tabares, directora de la Revista Conjunto, de Casa de las Américas.
Fotografía: Santiago Díaz Q- Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.
Escrito por: Ricardo Ospina
“Cuando pequeña, cerca de mi casa, había un teatro para niños”, me cuenta Vivian en la tienda de Ober, mientras espera un café. Su rostro parece adusto pero una vez le menciono su infancia y su primer contacto con su oficio, le brillan los ojos. “Me llevaban mis padres a aquel teatro pero luego comencé a ir sola, a veces en pareja; era curiosa, amaba los libros, una vez me encontré con la contraportada de un libro que me gustó mucho. Era una reseña tan bellamente escrita que me fui para mi casa, tomé la máquina Rémington y la copié palabra por palabra para comprender aquello que me había gustado tanto”.
La contraportada le descubriría a Vivian una de sus mayores pasiones: el ejercicio creador de la escritura. Un oficio que se basa en determinados principios estéticos, políticos, espirituales, en la conquista de una depurada visión del mundo que se coteja con la propia vida, las lecturas y la responsabilidad de llegar más allá del gusto. Se aprende a fundamentar las impresiones para respetar, compartir y nunca pretender una presumible objetividad. Todo esto me lo dijo en una retahíla como si se transportara hacia una emoción no menos provista de razones.
Para Vivian, el crítico de teatro es un ser humano concernido, no puede ser caprichoso, ni hablar a la ligera, ni estar preso de aprehensiones hacia el actor o el director. Lo más difícil es cuando el crítico encuentra algo en la obra que le produce rechazo o extrañeza, debe cuidarse de sorprenderse ante lo que parece nuevo porque puede encontrarse con que ya se había experimentado hace mucho tiempo.
El crítico es espectador activo, se exige conocer la historia del teatro y del arte, renovar sus descubrimientos, cada experiencia es un aprendizaje, incluso se aprende del mal teatro. Vivian parece escribir la novela de su oficio, mientras habla en flujo continuo.
Siendo muy joven se dirigió al Instituto Superior de arte y se encontró con Rine Leal, uno de los más grandes historiadores del teatro. Vivian era la más joven del grupo de estudiantes y para su sorpresa había sido una de tres seleccionadas para el curso, y fue así como “fui ganada para el teatro”.
El teatro no era reconocido en Cuba y con el triunfo de la revolución, la cultura se dignificó, el teatro comenzó a ser respetado, se fundaron compañías en las provincias con presupuesto estatal y, a su lado, las revistas de crítica se convirtieron en un espacio para reflexionar, un índice continuo de transformación a partir de los estímulos que generan los nuevos modos de hacer teatro.
La libreta de apuntes, las grabaciones, las fotografías, los reportajes, le permiten recordar, pensar y revisar el material de la escena. Gracias al teatro ha recorrido América Latina, ha encontrado amigos comunes y guardado muchos recuerdos, como aquella copia mecanografiada que le enseñó cómo llegar a una bella síntesis. Me entrega su tarjeta y me dice que nos seguiremos viendo en el festival. Después de haber hecho de su oficio su propia vida, su encuentro con el teatro la vincula con el placer de ver y escribir, de sentirse viva cada vez que una obra la conmueve. Vivian parece vibrar en la pasión que nunca abandonará, de repente se pone de pie y se despide, el tinto esperado nunca llegó.