Por: Julián González Ríos
Los carmelitanos reconocemos de un modo casi espontáneo la existencia y la importancia que el oficio artesanal de la cerámica ha tenido a lo largo de la historia para nuestro municipio. Hace 70 años un medio nacional escribía que prácticamente toda la población activa de El Carmen de Viboral vivía del trabajo de las casi veinte fábricas o talleres de cerámica existentes, de la extracción de las materias primas en las canteras y del transporte de la misma.
Si pensamos esta idea a la luz de lo que somos en la actualidad el contraste es muy grande; sin embargo, orgullosamente podemos afirmar que los carmelitanos hemos enfatizado nuestra relación con la cerámica y encontrado en ella un valor adicional que ahora entendemos como parte inseparable de nuestra vida colectiva.
Aunque hoy no existen las fábricas como las conocimos el siglo pasado, conservamos la memoria de lo que fueron: recordamos el desfile de personas que iban a pie a las seis de la mañana rumbo a su trabajo y los camiones o volquetas que a las seis y media salían hacia las empresas más lejanas: la Júpiter y la Palissy; recordamos que al llegar el medio día el camino hacia Campo Alegre y La Chapa se llenaba de obreros sentados en los costados de la carretera disfrutando con sus hijos el almuerzo que les habían llevado; recordamos a los niños y niñas que forjaron una vida en el oficio por cuenta de acompañar a sus padres hasta las fábricas; recordamos el humo que salía de las chimeneas de los hornos que pasaban los días y las noches dando forma a las piezas que recorrieron la región y el país; y, entre muchas otras cosas, recordamos la veta de barro, los nombres de las fábricas y a decenas de ceramistas que forman parte de la historia municipal y de una cultura artesanal.
El Carmen de Viboral y el oficio ceramista se han transformado enormemente y sería un error simplificar las razones de su existencia y continuidad. En el acto de pensar lo que fuimos y el modo en que somos adquiere especial relevancia preguntarnos: ¿quién forjó la cerámica carmelitana? No lo hizo la nada, sino la tierra, el trabajo y el sudor. Unidos al agua, el fuego, el torno y el pincel dieron el significado y la hermosura a miles de piezas llenas de historia y color. ¿Quién hizo florecer la cerámica? los ceramistas que superaron el ideal ingenuo de las soluciones definitivas y que afrontaron una vida de luchas, llena de búsquedas y superación hasta hacerla del modo como la conocemos.
¿Quién hace que permanezca entre nosotros? Las manos que cada día trabajan por mantenerla viva, que se convierten en instrumento de las emociones aun cuando muchas veces su trabajo pueda significar desventura. Las manos y el trabajo de nuestras maestras y maestros ceramistas son las que enriquecen el espíritu de esta manifestación cultural al tiempo que impulsan la creación y el pensamiento. Las manos son la herramienta del alma de nuestros artesanos, por ellas conocemos su mensaje, con ellas crean tesoros que no siempre les pertenecerán; sus manos conducen y construyen y son inagotables y generosas fuentes de vida. A las manos de todas las personas que día a día enriquecen la cerámica carmelitana, hoy queremos enaltecerlas con este homenaje.
Con el reconocimiento Vida y Obra Maestría Ceramista pretendemos naturalizar el hecho de que la cerámica de El Carmen de Viboral tiene referentes centrales que disipan las dudas sobre el valor artístico, estético y patrimonial de los artesanos y sus obras. Todos y todas ellas se destacan a nivel municipal por la excelencia y profundo conocimiento del oficio, su contribución al desarrollo y la difusión de la cultura ceramista y su gentileza en la transmisión de los saberes que conforman la dimensión esencial de esta manifestación de nuestra cultura.
Las cualidades que hemos destacado durante estos cuatro años de reconocimiento a la vida y obra de las maestras y maestros ceramistas de El Carmen de Viboral, son unas a las que solo se llega lenta y fragmentariamente; son condiciones dadas para quienes convierten la pasión por un oficio en su vida y se entregan a él con amor y entusiasmo.
Del homenajeado con el IV Reconocimiento Vida y Obra Maestría Ceramista 2023, Francisco José Cardona Quintero, podemos decir que el barro es su profesión y su destino: nació en El Carmen y heredó el oficio de su padre Marco Antonio Cardona y de su familia que como muchos otros tuvo alguna cercanía con la cerámica.
Don Francisco aprovechó los años para formarse un hombre capaz de agarrarse a las dificultades, pues su primera iniciativa empresarial no tuvo un buen final. A pesar de las inclemencias, los momentos amargos y los malos pasos él ha procurado una entrega total al oficio, al que se ha dedicado con amor, paciencia y empeño continuo, cualidades que a la vez son prueba de su vocación y condición de maestro.
Don Francisco es un hombre ardiente en inteligencia y en fortaleza humana que por cuatro décadas ha hecho florecer su amor por la cerámica; conoce, ama y vive el mundo a través de ella, como si el oficio lo llenara de vitalidad mientras crea y reproduce en el mundo y en las piezas que hace una parte de su ser.
Resumir en unas pocas frases cuarenta años de carrera íntegramente dedicada a hacer florecer la cerámica carmelitana es una tarea imposible, por eso no podemos hacer otra cosa que agradecerle a don Francisco su pasión y su entrega con el oficio e intentar, a través de este homenaje, devolverle algo de la felicidad que sentimos por el reconocimiento de la cultura artesanal que él mismo ha ayudado a forjar.