Por: Juan Camilo López, estudiante de Filología (practicante área de comunicaciones)
El Carnavalito de Música Andina y Latinoamericana ha sido siempre una celebración de la música como expresión de la identidad y diversidad cultural; por lo mismo, no podríamos quedarnos únicamente con la experiencia sonora que se da en los tres días del festival. Así que se ha procurado conservar eventos complementarios como conversatorios, talleres y Master Class que permiten acercar a una comprensión más profunda del mundo donde la música se muestra como una parte muy importante; pero no la única.
La fiesta andina, en su versión número 24, abre con el Documental y conversatorio: socialización del proyecto “Camino de la vereda” sobre los acueductos veredales. Donde la Corporación Cultural y Ambiental Pantágoras, articulada con el Instituto de Cultura, explica todo el proceso de investigación asegurado frente a los guardianes del agua, ayudando a visibilizar los procesos que se han dado en las veredas y durante todos estos años, para que los miles de asociados puedan recibir agua de calidad en sus hogares. Entre entrevistas y experiencias con diversos actores, además de acompañar algunos procesos, en este proyecto se trabajó para producir tres resultados en diferentes formatos, todo ello con el ánimo de apostarle a la preservación de las prácticas comunitarias y el reconocimiento de quienes realizan esta labor. Estos productos son una cartilla que recopila el proceso investigativo y las voces de aquellos que han contribuido con esta demandante tarea, un documental donde se pueden ver los rostros de estos actores y escuchar las entrevistas que transmiten el amor por lo que hacen y, por último, el ya iniciado camino en la consolidación de un Museo del Agua.
En el evento se presenta y socializan los dos primeros resultados y, luego de esto, Angélica Valencia, que hace parte de las personas encargadas del Acueducto Cerro-Samaria (en esta charla le da voz a los 15 acueductos veredales del municipio) y los representes de la Corporación Pantágoras nos narran la historia, saberes, alegrías, desafíos y retos venideros del sector; además de compartir que las tareas de los acueductos veredales van más allá de llevar agua a las casas, acciones como el mantenimiento de las zonas de conservación y biodiversidad, reforestaciones, la comprensión de las diversas situaciones y necesidades de sus asociados; ya que el acueducto se puede ver como un eje integrador de la comunidad.
Este conversatorio, especialmente, ayuda a comprender la decisión de que la temática del festival de este año se enmarque en el agua: en el reconocimiento de este elemento y el valor que las comunidades campesinas y rurales le dan a la gestión y soberanía de este recurso vital, pero también en la labor de cuidado de los guardianes y guardianas del agua.
Al día siguiente, hubo dos conversaciones que rompieron el solemne silencio para inundarlo de expresión histórica y rítmica.
El siku: historias de tradición, folclorización e indigenismo
En la Sala de Lectura hubo un largo y solemne silencio, que se rompe no solo con las palabras del ponente, sino también con los ritmos andinos. El músico Santiago Toro empieza su historia sobre los sikus y nos cuenta cómo están conformados por un par de flautas de pan denominadas Ira (el que guía o pregunta) y Arka (el que sigue o responde), de seis y siete empiezan a hacer presencia y a demostrar que su historia, formas y tradiciones son tan amplias y polisémicas como el continente mismo.
Esto se ve más en la organología del instrumento en cuestión, de la que nos habla el ponente. Explica que las flautas de pan son tubos sin orificios para pulsar y las hay de dos tipos: unitarios y duales (o complementarios) aunque todas estas cosas no están escritas con letra de fuego. Dichas flautas siempre se tocan de forma dual, especialmente los sikus; como una muestra de la cosmovisión de las comunidades ancestrales de entender las cosas como complementarias. De ahí nace, como expresión de las dimensiones entramadas de lo funcional e históricos y no solo como expresión estética, la idea de la flauta colectiva; esta consiste en muchas flautas semejantes, pero de distintos tamaños, tocando las mismas notas al mismo tiempo mientras son coordinadas por uno o más tambores; lo que al tiempo resulta en unidad melódica. Esa masa de diferentes tamaños de instrumentos permite una timbrearmonía: timbre como aquello que permite identificar la clase de instrumento que se está oyendo, frente a otro que toque la misma nota, y armonía como la conjunción de sonidos. Esto plasmado en el códice de los Commentarios reales, del inca Garcilaso de la Vega (hijo de dos mundos, la nobleza española y la monarquía inca) que se muestra como uno de los primeros mestizos que puede narrar la historia reivindicando un poco las prácticas incas.
Otro aspecto de gran importancia en la práctica de los sikus es la estrecha e indisoluble relación que se puede ver con la danza y la interpretación de este intrumento. Algo que se puede mostrar desde la arqueología en diferentes imágenes de otros códices; diversas esculturas y otras culturas a lo largo del continente. Sin embargo, esta variedad de lugares resulta en múltiples utilizaciones de materiales, influenciado por las condiciones climáticas e higrométricas en la búsqueda de la constitución y conservación de los instrumentos.
Por otro lado, el siku se ha ido moviendo al contexto urbano trayendo propuestas que resignifican esta música, como la inclusión de las mujeres para participar de la interpretación rítmica y su uso a lo largo del año, ya no solo para ceremonias específicas. Esto en parte por los resurgentistas musicales, aquellos con la voluntad de mantener vivas las tradiciones musicales, más allá de rescatarlas, y es que, como la música y la cultura son dinámicas y fluidas se van transformando a medida que alguien se acerca a ellas e intenta recrearlas (a pesar del respeto o la “fidelidad” con la que se intente hacer). Es por esto que Santiago habla acerca del “respeto” a la hora de interpretar y cómo esto es conflictivo por la imposibilidad de condensar todo lo que conlleva una cultura que produjo dicha música.
Decir al cantar
La encargada de dirigir la Master Class fue la invitada de Chile Elizabeth Morris, que empezó su acercamiento a la música por su familia, primero como guitarrista, luego pasó a ser compositora y, con mucho esfuerzo, cantautora. Morris relata cómo al inicio tenía una mala relación con la voz, llegándola a entender como una voz distónica y ronca. Pero en realidad era un asunto más profundo que solo “problemas con la voz”, se trataba de un bloqueo emocional, contando que, por ejemplo, “la voz se quiebra cuando nuestras emociones nos sobrepasan”. Después de una revisión en fonoaudiología, muchos ejercicios y trabajo emocional para curar aquello que no había expresado, logra pasar de no gustarle su voz a decir cosas al cantar, incluso a imaginar que la voz brota por otros lados.
En el conversatorio, una de las cosas fundamentales y transversales fue entender la relación con lo que se dice y cómo se dice, ver las cosas como un canto profundo y a la música como una herramienta de comunicación y transmisión de sensaciones, emociones, mensaje y vida. Para Elizabeth, no puede existir una ruptura entre el sonido musical y la comunicación o transmisión de dicho mensaje. Pero esto se encuentra con que la voz puede ser uno de los instrumentos más difíciles de aprender a manejar, ya que es una de las formas de hacer música más íntimas y profundas. Ella describe sus canciones, y por lo tanto su voz, como madera en el sentido de calidez; esto en contraposición del cristalino vidrio.
Eso fue otra constante en la conversación, la sinestesia de entender el espectro sonoro en términos de vidrio, madera, plástico y agua. Este último especialmente cuando hablaba del flujo al cantar, un poco de agua en la voz líquida como algo que brota natural y libremente hacia afuera, para con los demás como un acto que involucra todo el cuerpo y la emocionalidad. Pero la mayor constante durante el espacio, fue la participación del público que se mostró muy interesado en conocer la opinión y experiencia personal de Elizabeth, ya que a partir de un punto todo lo que expresó allí, fueron respuestas que daba a la audiencia. Incluso complaciendo con la interpretación improvisada de una de sus canciones.
Entre las preguntas que le hicieron a la compositora se encontraron los retos que tuvo que afrontar, como los festivales de música competitivos (como Viña del Mar), ya que sus canciones diferían de las que se presentaban. Ella explica que no busca asumir otro rol, solo “hacer lo que sé hacer […] dar todo lo que se puede dar […] cantar mi verdad”, en contraste con las canciones más sencillas y directas. Esto se refleja en los procesos de creación y la relación que tiene con las palabras, pues al inicio le era difícil enlazar la escritura con la música, pero empezó a encontrar el camino guitarreando, luego indagando acerca de los aspectos técnicos y métricos y la importancia de darle un peso y lugar correcto a la palabra. Ligado a su vez con la herencia musical chilena, con la que busca hacer música, sin imitar, como una forma de honrar dichas tradiciones y hacer un “mosaico” musical.
Todos estos acercamientos le permitieron adquirir aprendizajes y apropiaciones que le han dado la posibilidad de alejarse de la exclusividad del origen musical, para poder hacer mezclas y, emprender sus búsquedas priorizando lo estético y lo comunicativo en lugar de lo “limpio” y “comercial”. Es, precisamente, para transportar a otros lugares, hacer una reflexión y transmitir algo con lo que se canta, donde muchas veces va a estar inmersa la experiencia personal. En relación a esto y guiados por la pregunta: ¿es posible actuar las emociones sin sentirlas? Se desarrolla una búsqueda de las alternativas que le permite aconsejar una búsqueda del equilibrio, no sobreactuar las emociones, ni perder el control y reconocer qué aspectos y momentos de la vida y la música puede llegar a afectarnos para estar preparados.
Entre otras cosas, la cantante aconseja que estar en equilibrio entre hacer propuestas que rompan el molde e involucrarse con las publicaciones, le permitió crecer con pasión y cariño a pesar de lo complejo que es comenzar un camino musical en un contexto donde se está en disonancia con la música más comercial y en un antiritmo con la vida competitiva de la industria. Esta misma pasión y cariño fue con la que, aún con instrumentos prestados, nos cantó cerca del final de la conversación.