Por: Juan Camilo López, estudiante de Filología (practicante área de comunicaciones)
El pasado viernes 26 de septiembre se llevó a cabo una conversación en función de la historia, tradiciones, materiales e identidades cerámicas con expertos de nuestra tierra y mexicanos; con quienes coincidimos en este oficio como una “necesidad que tenemos en la vida, de salir adelante”.
De la mano de Josefina Quintero, Leonardo Lima, Enrique Montoya, Nelson Zuluaga, Juan Pablo Cardona y Diego Alzate se empezó, después de los actos de presentación y explicación del evento, un viaje por la memoria y la tradición en Sentidos de la cerámica: “Diálogo de saberes sobre pastas cerámicas y materias primas”. Estos expertos locales guiaron al público en un mundo de arcilla, pastas, familias ceramistas y, sobre todo, en cómo era el proceso de extracción de la materia prima años atrás. Ya que, como es sabido, al cavar en suelo carmelitano, lo más probable es que encuentre barro; entonces ¿por qué dejamos de utilizar lo que hay debajo de nuestros pies? Esa fue una de las preguntas sobre la cual los artesanos nos compartieron sus reflexiones.
Parece ser que el proceso para hacer pasta se perdió en el paso generacional, no solo por la falta de interés de los más jóvenes frente al trabajo que les dio tanto a sus antepasados, sino que las nuevas oportunidades les permitieron dejar el arduo trabajo que hacían los artesanos para producir la pasta; en conjunto con la dificultad que representa el espacio necesario para llevar a cabo todo este proceso. Sin mencionar que no todos están dispuestos a hacer un hoyo en su propiedad para la extracción de la materia prima (algo que hoy en día está mucho más regulado y hasta prohibido).
Los maestros ceramistas nos contaron que no habría mucha diferencia entre nuestra pasta y la que se compra a Corona (proveedor actual de prácticamente todos los talleres ceramistas del municipio); las diferencias radicarían en el color más tostado o beige, lo que repercutiría en los tonos de los pigmentos y en que al quemar las piezas de barro, estas se contraería menos. Desde 1898, los carmelitanos encontraron la materia prima en el pueblo (algo con lo que no contaron otros pueblos que trataron de hacer cerámica); encontraron una arcilla muy buena, aunque claramente se podría mejorar, siempre y cuando se continuase con el análisis y la investigación. Tal vez por esa falta de optimización del recurso es que el maestro Enrique Montoya mencionó: “Eso la culpa de que seamos ceramistas puede que no sea de los de El Carmen, sino de la naturaleza.”
Aún con este “don natural”, hoy en día tenemos «una piedrita en el zapato» por la incertidumbre en la adquisición de elementos y materias primas ceramistas. Así mismo, nos llaman a ver el desarrollo o las transformaciones de esta época como algo delicado por la facilidad con que podríamos olvidar procesos y tradiciones pero, a su vez, útil para la universalización del conocimiento y la disposición de los recursos. Ver la aglutinación de experiencias como el germen que pueda soportar el desarrollo del pueblo y, en especial, a la creación de una Central de Pastas que permita la experimentación, investigación y producción de materias primas.
Con esto se termina la intervención de los expertos ceramistas carmelitanos y llega el momento a los invitados de México de hablar acerca de su identidad poblana: la Talavera, que rodea todas las partes y áreas de la ciudad Puebla (por lo que nos cuenta el Subsecretario de Cultura de este Estado): arquitectura, cocina, cacerolas, jarrones, maceteros y elementos religiosos. Este proceso no solo identifica a sus ceramistas y a su Estado, también adquirió el reconocimiento de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO en el año 2019. Aunque algo que mencionó el subsecretario queda resonando en toda la Sala Montañas y en la mente de los que aman su labor: “Una parte es tener ese nombramiento, pero también ese consejo regulador es muy importante, ya que es el que está preocupado realmente de que esas técnicas originales se sigan manteniendo”.
Esto se une a lo que se mencionaba en la primera parte del diálogo: “la protección del proceso no es prohibición”. Estar orgullosos, ya sea para el caso de la Talavera o para la tradición carmelitana, significa garantizar que sea quien sea el que realice la pieza, respete, asegure y sienta como propio cada parte de los procesos que aseguran su producción. La conservación y protección de estos saberes cerámicos tradicionales requieren de un trabajo en equipo, una labor que se puede realizar por las familias dedicadas al barro y “alrededor de esas fábricas” pues: “El barro tiene su magia, tiene su encanto; es contagioso, lo llena a uno de alegría”.
Pero para hablar más sobre su rama artesanal, los maestros de este estado de México nos compartieron sus vivencias, emociones y pensamientos alrededor de su oficio. Especialmente destacan la necesidad de salvaguardar la memoria histórica expresada en las diferentes técnicas existentes, el desinterés de los jóvenes por la protección del conocimiento y el desafío de mantener la esencia de la Talavera equilibrándola con la innovación. Resaltan aún más la importancia de velar por los procesos y los materiales que identifican este saber hacer cobijado por la denominación de origen.
Como cierre de Sentidos de la cerámica, que en esta versión se realizó articulado a la Fiesta de los Saberes Cerámicos Patrimoniales, repasamos todas esas cosas que nos unen en estos oficios identitarios y en los caminos que ya se están siguiendo, en ambos territorios, para solventar esos retos que amenazan las tradiciones cerámicas y la memoria; por lo que se valora aún más el intercambio de saberes entre nuestro pueblo ceramista y el estado de Puebla que cuenta con más de 200 años de historia entre el barro, la arcilla y los pigmentos.