Escrito por: Grupo Kinoks
A mediados de los años ochenta, Luis Alberto Álvarez escribió un artículo dedicado a la obra del director alemán Rainer Werner Fassbinder, titulado, La difícil ternura. Luis Alberto encontró la mejor manera de nombrar la explotación de los sentimientos que Fassbinder, influenciado por Douglas Sirk, maestro del melodrama en los cincuentas, había conjurado en una expresión artificiosa y exacerbada de la vida de la Alemania de posguerra que lo liberaría de los corsés de las convenciones del realismo y de la representación moralizante del cine comercial. El melodrama resurge una y otra vez en la historia del cine, pese a ser un género denostado por la tendencia a asociarlo con la telenovela o con “los culebrones”, con las historias baratas de la “prensa rosa” cuyos relatos deliberadamente sentimentales y lacrimógenos parecen atentar contra el sentido común y el “buen gusto”.
Basta mirar los inicios del cine con D.W. Griffith y su fascinación por las historias de huérfanas adaptadas de los relatos de Dickens o los burlescos mudos de Charlot, el vagabundo hambriento de Chaplin, que nos hacía llorar y reír al mismo tiempo, para ratificar que el melodrama fundó el cine y que además no está desligado de su dimensión social; o recordar los melodramas en la era parlante de John Stahl, protagonizados por mujeres malvadas y no menos sufrientes en películas como Que el cielo la juzgue (1945) o las glamurosas puestas en escena de una ambiciosa Lora Meredyth, el personaje interpretado por Lana Turner, resplandeciente bajo el Technicolor en Imitación de una vida (1968) de Douglas Sirk. Sin embargo, hablar de melodrama en el cine resulta más difícil de lo que puede creerse; sus variaciones, giros y acentos estilísticos de una época a otra, de un director a otro, nos hacen preguntar, hasta qué punto es un género que no solo permea otros géneros como el cine negro, el cine criminal, el naturalismo, la comedia negra, etc., sino que contiene en sí mismo una cantera de signos desde la cual puede reflejarse la condición humana con una lucidez que hiere, produciendo una seducción ineludible en el espectador y una revelación un tanto irónica de los “pequeños dramas” interiores.
Lo que pretendemos arrojar a los espectadores en este ciclo, es la pregunta por el amor, por el duelo de pasiones, no el amor idealizado, bajo el apelativo de “romántico”, sino en lo que podríamos definir como “la ley del más fuerte”, una lucha encarnizada que desvela, en el fondo de los cuerpos heridos, la difícil ternura y que según Fassbinder, solo el cine puede entrever: “Cuando veo las películas de Douglas Sirk cada vez me convenzo más que el amor es el mejor, el más insidioso y el más eficaz de los instrumentos de represión social”. Precisamente por esta salvedad, es que se hace necesario explorar el género y descubrir las implicaciones sociales y políticas que llevan a los amantes a sus deslumbramientos y tragedias, el melodrama, según su etimología, destaca un sentimiento dulce, pero no podemos concebirlo sin sus amarguras, desencuentros, impulsos salvajes, despedidas, rencores, toda la enfermedad de los sentimientos que mas tarde destacaría el cine de Antonioni. Aun en la pasión mas desenfrenada, con lágrimas o con gritos, con espasmos neuróticos, lo que surge, es la idea de que lo mas difícil de sacar a la luz en cada filme, es el halo de ternura que se escapa con cada derrota, la visión de una lucha en la que los amantes no tienen la clave de sus propios dramas, una clave que solo el espectador obtiene, ya sea con ironía, ya sea con una simpatía cómplice, ya sea con sentido del humor, ya sea con distancia crítica. Este último rasgo define claramente el melodrama, la visión distanciada de un sentimiento dulce que se escapa, incluso si participamos de sus luchas y sus contradicciones.
El ciclo estará compuesto por autores modernos y contemporáneos de distintos países en un marco temporal que va desde las nuevas olas de Francia e Italia, no dejando de lado el homenaje a la actriz Anouk Aimée y al actor Alain Delon, grandes intérpretes del género, fallecidos en 2024, pasando por el cine del setenta, en uno de los periodos más interesantes de la obra de Rainer W. Fassbinder, hasta llegar a los cines del noventa del mexicano Arturo Ripstein y el cine español de Pedro Almodóvar; autores que además de ser herederos de una poderosa puesta en escena de colores vivos y movimientos de cámara alucinantes a lo Sirk, conjuntamente a una exploración de la música, corazón de todo melodrama, gracias a colaboraciones de músicos como Peer Rabben, Alberto Iglesias, David Mansfield, Chavela Vargas o Caetano Veloso; además de la participación de bailarines como Pina Bausch, Manuela Vargas o Joaquín Cortés, entre otros. Una oportunidad para reírnos de nuestras tragedias fingidas o reales.
Ver: Programación Tercer Ciclo del Cine Club Instituto de Cultura.
Consultar: Reseñas de películas proyectadas a la fecha.