III Reconocimiento Vida y Obra Maestría Ceramista
Fiestas de la Loza “Volver a lo Nuestro” 2022
El relato histórico de la cerámica de El Carmen de Viboral tiene incorporados olvidos y silencios. Ejemplo de ello es que pasaron más de 120 años de ejercicio de este quehacer artesanal antes de la creación de un reconocimiento pensado para exaltar la contribución de nuestros ceramistas por sus aportes a la cultura carmelitana.
Por eso, este momento lo vivimos con fervor pues es la muestra de un clima social e institucional ávido de relatos que nos acercan a comprender el valor y los significados que juntos hemos construido alrededor de la cerámica; es un momento en el que procuramos habilitar escenarios de encuentro y de diálogo en los cuales escuchamos nuestra historia no para elaborar una cronología del pasado sino, para revelar los sentimientos, los afectos y la valoración subjetiva de los ceramistas –de sus experiencias pasadas y sus expectativas futuras– para imaginar la salvaguardia de un oficio que hace del municipio un referente artesanal.
Habitamos en medio de la sensibilidad artística de torneros, pulidoras, esmaltadores o decoradoras. Nuestras maestras y maestros entran y salen entre las gentes, caminan con nosotros, participan de la misma vida social que nos reúne y, sin embargo, desconocemos sus rostros, no diferenciamos sus voces a pesar de que son, a la vez, personales y colectivas, que dan el salto de la experiencia cotidiana alrededor de su oficio a la impersonalidad de la unidad.
Deseamos hacer visibles esos rostros y lograr que esas voces sean escuchadas como testimonios de la sabiduría resultantes del largo periodo de prueba en la realización de un oficio al que muchos han consagrado su vida entera, llenándola de un pasado presente cuyos acontecimientos han sido incorporados a la dimensión personal de la experiencia.
Reconocemos la vida y la obra de los maestros y maestras ceramistas por el carácter que atribuyen a sus prácticas habituales, aprendidas y repetidas socialmente en la familia, en las fábricas o los talleres artesanales. Enaltecemos su capacidad para hacer de su cotidianidad algo memorable, al conseguir que su proceso de vida cobre una vigencia que impulsa a la búsqueda del sentido de sus acciones, toda vez que su labor es reflejo de la herencia cultural, del patrimonio de los carmelitanos.
En ocasiones las grandes maestras no se hacen en las aulas. Este es el caso de la homenajeada con el reconocimiento Vida y Obra Maestría Ceramista 2022, María Consuelo Arias Arroyave, una mujer que aprendió los principios y las bases del saber artesanal que el trabajo y la aplicación han procurado mejorar desde esos días lejanos en que empezó a trabajar en Cerámicas Continental.
Doña Consuelo es conocida como una de las mejores decoradoras del municipio, sin embargo, recorrió un largo camino antes de llegar a serlo: es una mujer caracterizada por su sensibilidad y aguda observación, preocupada por conservar la tradición, por la forma como se hacen las pinceladas y se reproducen las pintas que un día aprendió y que permanecen en su memoria en tránsito hacia la eternidad.
Siendo una niña, conoció Cerámicas Continental llevando las orejas que su madre fabricaba en la casa familiar. Con 11 años, ingresó a la fábrica para ocupar un puesto revolviendo el esmalte, después revisando las piezas esmaltadas y abriendo espacio para ubicar las que recién pasaban por este proceso; luego, pasó a pegarle la oreja a los pocillos. Al escondido aprendió a listear y más tarde se desempeñó despegando y pegando calcomanías antes de pasar a decorar con espumas.
Su madre había sido listeadora durante la juventud, de ella aprendió a hacer los pinceles. Además, recuerda de manera especial que ella se cortó el cabello para hacerle uno de sus primeros pinceles y en su casa le daba explicaciones y la animaba a aprender mientras le decía que su mano iba a dar pinceladas muy finas. Cuando llegaron los primeros decoradores a la fábrica a realizar las pintas que hoy consideramos tradicionales, doña Consuelo tenía un poco más de 20 años.
Descubrió la decoración para consagrarse a ella, guiada por la sensibilidad de su mano. La primera pincelada fue un paso a lo desconocido; un paso irreparable, imborrable, que hasta ahora la mantiene embelleciendo las piezas que pasan por su mano en el ejercicio de su virtud que no ha sido menos que el descubrimiento y potenciamiento de sus habilidades. En doña Consuelo, la decoración tiende poderosamente a ser una síntesis de todo lo aprendido y todo lo soñado; es la síntesis de una sensibilidad que sabe que toda influencia, si la sufre alguien digno de ella, no es un obstáculo sino el punto de partida.
Sus pinceladas se mueven audazmente por diversas escalas de lo humano: entre el movimiento y lo estático, el pensamiento y el sentimiento, lo práctico y lo simbólico, lo visible y lo invisible, como si habláramos de lo que se siente y no se entiende, revelándonos la complejidad de su oficio y nuestra propia incomprensión del mismo.
Con la decoración, doña Consuelo, descubrió esa plenitud maravillosa escondida en lo íntimo de su ser: una que basta para colmar el resto de la vida, aunque la vida, a veces, no sea fácil. Por eso quiere seguir decorando hasta que su pulso se lo permita. A ella dedicamos este reconocimiento para devolverle como podemos, con palabras, una pequeña parte de lo que nos ha dado. Le expresamos nuestra admiración: su persistencia en el esfuerzo, que se traduce en la fidelidad a lo aprendido, a lo que para ella es esencial y sin lo cual su oficio le parece impensable.
Cerámica y decoración, vida y obra, se funden con naturalidad en su figura. Pero no hay que confundir la naturalidad con la simplicidad. Pocas personas son tan naturales como doña Consuelo.