Escrito por: Andrés Álvarez Arboleda, integrante de Opinión a la Plaza.
Obra “La trompeta mágica” de Teatro Clepsidra en el XXIII F. I. T. El Gesto Noble.
Fotografía: Farley Giraldo G – Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.
Escrito por: Julián Acosta Gómez, Promotor de Lectura de la Sala de Lectura José Manuel Arango e integrante de Opinión a la Plaza.
La calle a veces se erige el escenario natural del teatro, más que las salas, porque a la intemperie se encuentra más cercano a su objeto: la vida misma, caótica e imprevisible. Allí el público es distinto. En términos generales, el espectador no se ha preparado para la función, llega arrebatado por el acontecimiento que –de repente– cambia el uso y la disposición del espacio público, y sitúa a los transeúntes y a los objetos en el plano de la imaginación. Pero aquí también radica la dificultad de hacer teatro en la calle: el ambiente no está creado para la obra, sino que la obra aparece, surge como ruptura, en el ambiente.
Teatro Clepsidra irrumpió en la calle –y su azar– con la obra La trompeta mágica, valiéndose del más universal de los recursos comunicativos: el gesto.
Cuatro personajes se encuentran una trompeta y comienzan a batirse en distintos duelos, algunos marcados por rounds, para determinar quién se queda con el preciado objeto; de resto ocurren pocas cosas más, casi nada. Pero de estas tramas simples se ha valido justamente el teatro gestual, que se ha desarrollando desde la década de los noventa, para darle toda la fuerza a los recursos no verbales de expresión. Más que una historia, hay un tema que inspira la cadena de sucesos, y en este caso, ese catalizador es el objeto de la trompeta.
Teatro Clepsidra en su proceso de creación siguió esta línea estética, y la obra no partió de una dramaturgia exhaustiva, en la que se cuenta una historia minuciosamente, sino de una serie de ejercicios que funcionó como espora, como principio creador: los dinamo-ritmos, que como elemento técnico del actor –según Maryury Hernández Hurtado en el texto Hacia una semiótica del Teatro Gestual– llevan una situación cotidiana a un horizonte de múltiples sentidos.
Sin embargo, la improvisación es un carácter que nunca se pierde en una obra de calle, precisamente porque esta –la calle– acecha y nutre a la obra con su realidad. Los actores de Teatro Clepsidra saben mantener sus personajes en la interacción con el público, cuya reacción siempre es imprevisible, y hasta involucran a los perros (los más fieles asistentes al teatro callejero) en su ficción.
Por supuesto, no hay diálogos. La trompeta mágica apela al imaginario popular, a referentes universales situados en la corporalidad para comunicar al espectador la intención escénica, y su humor simple, desenfadado, mantiene al público cohesionado alrededor de la escena. Solo es necesaria el chasquido, el silbido, el aplauso (bajo el influjo del dinamo-ritmo) para desarrollar una comunicación sólida con quien llega desde el principio para apreciar la función y con quien solo va de paso (a este último se le dona un guiño y le queda una sonrisa). Así, la intemperie no estorba a la obra, sino que la nutre con su contingencia; también el gesto irrumpe, pero no riñe con el bullicio –ni la vida– de las plazas.