¡Por un teatro al alcance de los niños!

Escrito por: Ramiro Tejada

La fiesta de las aves

Fotografía: Andrés Alzate- Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.

Escrito por: Ramiro Tejada 

Una cierta mirada al teatro infantil

Érase una vez una obra dirigida a los niños y a los adultos que no han perdido la capacidad de asombro y de cuando en cuando desempolvan ese niño que llevan dentro. Es justamente el ejercicio de ver este teatro infantil en compañía de los destinatarios “ideales”, los infantes para los que fue construido el espectáculo teatral. Ver las obras con la algarabía y el “desorden” propio de los chicos que te contagian in crescendo de ese despertar de la inocencia dormida y pasar de asombro en asombro hasta la perplejidad final: Vívida, única e irrepeti¬ble experiencia estética mediada por esos cómplices felices del acto teatral.

Turmalina la cenicienta del currulao Andrés Alzate 11

Turmalina, la cenicienta del currulao

Fotografía: Andrés Alzate- Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.

Turmalina, la “cenicienta” del currulao, de Hora 25

Cenicienta, aquí, allá o acullá, será siempre la historia de una sirvienta maltratada por una cruel madrastra y sus hijas, que por arte de magia cumple el deseo de ir a una fiesta con la condición que llegará antes de la media noche, con tal suerte que al fugarse de la fiesta, pierde una zapatilla (¿prodigiosa?) a la que un príncipe encantado con ella le seguirá la pista hasta el feliz desenlace en que le calce la dichosa zapatilla y case con la susodicha sirvienta para ser felices y comer perdices.

Pues bien, ¿qué tiene de particular y sui generis el montaje de Teatro la Hora 25? ¿Cuál el dato añadido al cuento de hadas? A mi juicio, no se modifica en nada la fábula, sencillamente se le recrea y traslada a un espacio onírico y raizal de Cenicienta, en esta puesta, dada la condición afro de la actriz Carla Corina Palacios se va a sus ancestros donde está su esencia de currulao. Se ambienta la historia en tono de mercado, con los colores, sabores y olores de fiesta popular, el príncipe transmuta en boxeador, las tres hadas son de sueño y ponen tono alucinante a la par que sirven de tramoya para los cambios de escena. Se obvia la crítica de los diferentes significados posibles de los cuentos de hadas, por el contrario, se cae en la ilustración, pero enriquecida con la música del litoral pacífico, lo que favorece el ritmo y el conjunto de la puesta. Tono de divertimento en la caricatura de los personajes malvados. Y colorín colorado…

 

La fiesta de las aves 20 Andrés Alzate

La fiesta de las aves

Fotografía: Andrés Alzate- Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.

La fiesta de las aves, de Esquina Latina

En el mismo tono de música de pacífico con instrumentos in situ de su rico folclor, marimba de chonta, tambores y tambora en el set de percusión, crean esa sonoridad del litoral. Y lo que se anuncia como un hallazgo de la cuentería escénica o la escena vuelta cuento inicia una narración de niño inquieto e insomne a lo que nada logra calmar y entre conjeturas y conjuros uno de los actores propone arrullar el niño con músicas y cantos del pacifico, una suerte de nanas curativas que envuelve la escena en el tono de leyenda afro. Relatos antiguos vueltos a contar, todo un carnavalito juglaresco que pasa de la narración, mediada por la música, a la acción dramática.

Una puesta en escena vistosa que cuenta con un rico decorado sonoro, logra la participación activa del público, que va descifrando cada galimatías o adivinanza propuesta por los actuantes. No sólo de risa se alimenta el espectáculo, también se nutre del deshilvanado e intempestivo comentario del público que torna en mo¬tor de la pieza y la hace avanzar, de paso provoca esa comunión necesaria con el espectador.

 

EL CUARTICO AZUL GRUPO LA FANFARRIA FOTOGRAFIA HUGO TRUJILLO 20

El Cuartico Azul

Fotografía: Hugo Trujillo

Cuartico azul, de La Fanfarria 

Un título que parece prestado de un memorable tango de despedida y desarraigo sugiere, sin embargo un mundo otro contado desde el descubrimiento de quien va descorriendo los velos de su entorno y se va aproximando tímidamente a los objetos que lo encierran. El nicho idílico para el niño, color rosa si es nenita azul si nace varón, de allí el título de la pieza. Para enriquecer la percepción de este espectador conté con la algazara de los chicos de las escuelas públicas a quienes en buena hora se les hace partícipes del festival, noble gesto de la organización. El universo de un bebé, feliz interpretación de Ana María Ochoa, quien se mete literalmente en la piel de éste, se nos antoja gigante, inmenso, de un tamaño portentoso, casi inaprensible. Para ello se valen de recuadro, la cortina debajo de la cual el cuarto del bebé de un minimalismo extremo logra esa dimensión: El juego con papá y mamá a quienes solo se les ven las piernas, la bacinilla, el teléfono, la muñeca, el zapato, el jeep -yiyí decía mi nieto-, el tetero y el chupo que son un referente de entretención.

El sello personal e íntimo de las creaciones de La Fanfarria dirigida Jorge Pérez, su impronta sublime, se alcanza en la escena del sueño del bebé. Se recrea un mundo de ensueño, onírico y de juego vivencial y escénico. La plasticidad que da la placidez recrea y enriquece la escena y la anécdota, trasciende la simple historia. Se diría que nace un espectador nuevo con el espectáculo, mas presto al asombro y la caricia. La clave de ternura con que se encuentra obra ese milagro.

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