Las cajas misteriosas: El otro acto de independencia

Escrito por: Ricardo Ospina, profesor de la Escuela de Artes e integrante de Opinión a la Plaza.

Tarde de Cajas Misteriosas del XXII Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble.
Fotografía: Alejandra Londoño.

 

Las cajas misteriosas

El otro acto de independencia

Escrito por: Ricardo Ospina, profesor de la Escuela de Artes e integrante de Opinión a la Plaza.

Recuerdo cuando era niño, la llegada de un pequeño circo de títeres a un terreno baldío, cuando aún había extensiones de prado y de arboledas en Itagüí. Nunca había visto títeres, y una vez apagada las luces de la sala, se encendieron las del escenario, vi con fascinación a un rey que se volvía bandolero con una locura brutalmente maligna. En un palco había una princesa aburrida de su despotismo, y aprovechando uno de los instantes de furia del rey, se escapó, desencadenando en los pequeños espectadores gritos de complacencia.
Había comprendido qué era fugarse de las mañas del poder y qué era identificarse con una bella mujer que buscaba su liberación. Advertí la posibilidad artística de transmitir un gesto de libertad. A la salida del circo vi unas cajas adornadas con cintas y unos niños que hacían fila, esperé mucho tiempo y cuando puse el ojo en el orificio, en un inmenso océano, vi a dos marineros que se enfrentaban a unos piratas, esta vez los piratas no eran los malos, liberaban a un joven rehén que se escapaba en un bote. Me impresionó la tempestad, el arrojo de los piratas y la alegría de la liberación. La sensación de que la historia había sido larga, sabiendo que solo habían transcurrido unos minutos, permaneció en mí.
En esta versión del Gesto Noble, el teatro también se expresó en sus mínimas condiciones, justamente el 20 de julio, día de la independencia, donde uno soñaría que se teatralizara este sentimiento de liberación con la potencia del arte teatral, generando un sentimiento poético de regocijo. Solo que en el parque, en la conmemoración, la utilería oficial contaba con una enorme tanque de guerra y unas marchas militares que recordaban lo contrario. Esa misma tarde los niños hicieron fila para observar en fracciones de minutos la otra escena. Las Cajas Misteriosas también tienen su público, cada función se ofrece, no obstante, a un solo espectador. El teatro en miniatura parecía romper con la gran escena de la guerra, y estos “titinerantes” como decía Jorge Libreros en una conversación muy temprana, antes de salir con su caja hacia el parque principal, recuerdan el origen del teatro. Esa mañana, Edgar Cárdenas de Bogotá nos habló del teatro de títeres en pequeño formato para un solo espectador, entre risas y anécdotas, los otros titiriteros invitados, conversaron también muy conscientes de pasar desapercibidos y anónimos durante el festival. Natalia Duque, Terry Álvarez, Juan Camilo Durango, Eddy Torres, nos trasladaron a la magia del teatro en miniatura.
Los orígenes de este género, comentaron, son difíciles de precisar, en todo caso, parecen provenir de ese momento en que el ser humano consideró al muñeco no como un vehículo sino como la esencia misma del mito y la fabulación. Ciro Gómez de Hilos Mágicos, ya nos había presentado una historia de marcianos en teatro de títeres y nos dice que el teatro de muñecos tiene un origen ceremonial en Indonesia, Europa, África incluso en América entre los náhuatl, evocando el mundo de los muertos o de los dioses. La cámara oscura, el peepshow, el retablo, las varillas y los hilos son sus equivalentes. Acompañando a los circos y a las ferias, las cajas mágicas tuvieron siempre una ascendencia popular. El espectador que mira por un orificio, asiste a la función teatral más corta e íntima que existe, el voyerismo redobla la intimidad, la distancia entre el titiritero y el espectador es tan solo la de un brazo. El espectador de la caja mágica entra en contacto con un secreto, percibe la perspectiva, los afectos y los movimientos, experimenta una variación en su ánimo como en el gran teatro, y al terminar la función, ya no es el mismo. Ciro Gómez comenta que el titiritero es el oficiante y el espectador el co-oficiante en la escena, donde el títere es el médium, se trata de un ritual que conduce a un trance, los títeres no existirían si no existiera la imaginación.

Llegaron los marcianos Ft. Juan José Zapata

Obra Llegaron los marcianos del grupo Hilos Mágicos en el XXII Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble.
Fotografía: Juan José Zapata.

Los titiriteros también ensayan, hacen su preparación física, son escenógrafos, luminotécnicos, libretistas, y se exponen a ese público singular, que uno por uno, experimenta la interrupción de la realidad externa para sumergirse en la interioridad de una poesía invisible que le ayuda a suspender la prosa de los días. Lo primero que nos enseñan los titiriteros es que el títere no es el objeto a ver, sino que lo que se transmite es la fuerza vital, en un tiempo tan corto, que nos permite mirar hacia otra dimensión. La vida, nos dice Edgard Cárdenas, se crea a partir de la escena en miniatura en un complot con el espectador que asume su rol de mirón y que prueba que eso que se ve ahí está vivo. El público lo crea cuando se lo cree, afirma. Expresiones venidas del espectador como: “eso está vivo”, “hay gente dentro de la caja” hablan de participación, o la anécdota que nos cuenta Edgar, la escena de un pájaro encerrado nos interpela a liberarlo como si la caja mágica también concibiera la posibilidad de romper la cuarta pared; una señora que mira no se decide a hacerlo, y al darse cuenta que lo había podido liberar, grita: “¡hijueputa, lo dejé encerrado!”
La marioneta puede tomar conciencia de sí misma como en la obra de Philippe Genty en la que el muñeco mira hacia arriba y descubre que está amarrado, busca unas tijeras y empieza a cortarse los hilos, hasta que cae muerto, no puede vivir sin los hilos que lo mueven como tampoco puede vivir sin sus espectadores. El arte de las marionetas también pende de un hilo, preservarlo es mantener viva la comunidad entre el espectáculo y el espectador, dos palabras que tienen un origen común, el spectäre, la contemplación que no es otra cosa que la curiosidad activa.
Para Ciro Gómez, la curiosidad es lo que arrastra a la otra realidad, el titiritero es para el ojo como la música para el oído, darle vida a los objetos no es representación, es un acto vivo y único: se abre el telón, se crea algo y se cierra. El títere tiene voluntad propia, despierta energías dormidas en el hombre. Allí el muñeco y el objeto crean el sentido, sugieren, provocan. San Simeón el loco, patrono de los titiriteros, eremita e itinerante, solía burlarse de los pícaros y de los truhanes como lo hicieron las cajas misteriosas frente al gran teatro de la guerra de aquella tarde.

Ir al contenido