Traviesías y lágrimas de dinosaurio

El próximo viernes 21 de abril se abrirá al público la exposición del artista Jhonatan C. Henao “Ziggy”, llamada Traviesías y lágrimas de dinosaurio.

 Exposición Traviesías y lágrimas de dinosaurio

Dice el artista: 

“…La obra se dibuja, se vuelve objeto o se manifiesta con sonido, me permite manipularla a mi gusto, como un pequeño traductor de sus gestos, siendo en ocasiones niño-escritor, niño-arquitecto, niño- arqueólogo, niño-feliz… un niño-artista de pequeñas ensoñaciones.”

Su propuesta la presentamos en el marco de la celebración del Día del Idioma, por el fuerte vínculo que estable su producción plástica con obras literarias, con narraciones infantiles y su propia producción de cuentos.

Un cuento para llorar

“No es la posible realización del viaje lo verdaderamente significativo, sino el hecho de contarlo, ya que es así como adquiere veracidad. Así, contando, se hace compañeros de aventuras a los  que escuchan o leen al viajero y, en consecuencia, sueñan también con él. Y, si lo verdaderamente significativo es el hecho de contar los viajes, las voces narrativas adquieren en la obra un protagonismo esencial: los personajes cobran identidad no por lo que son, sino por lo que dicen y cómo lo dicen. Ellos son referentes de la realidad y a través de ellos se le ofrece al escritor la posibilidad de jugar con la dualidad realidad-ficción”

«El viaje imaginario en Álvaro Cunqueiro.
Los viajes de Sinbad». 1994, Pp. 381-387.

 

Mamá siempre me contó cuentos cortos, el del dinosaurio se lo sabía de memoria, y por tanto es el que más recuerdo que me daba miedo… Eran espantosas criaturas gigantes, peludas, escamosas, brillantes y de los colores que se han extinto; reliquias que no podían ser parecidas en lo más mínimo al papel o al algodón….. pero sin saber por qué, de ahí provenían mis sueños y una necesidad de construir monstruos que se adueñaran de mis historias, que no dejarán de ser livianos y fuertes al mismo tiempo, como una historia de marionetas frágiles que sin guión hacían de las suyas.

(silencio)

(sh…. shhh..)

-¿Qué suena?. ¿Dónde estoy?….

He ahí un pequeño salón, parecía una caja de cartón sus paredes resonaban cocas pero su interior de algodón esponjoso, parecían bocas unas rosadas, otras maravillosas.
De allí brotaban escaleras tersas, altas, prolijas y a ninguna parte… decidí embarcar un viaje de subida, entendiendo que, nunca volvería a pisar la suavidad que me perseguía. Mundos de papel, aviones que suspendidos, rosas que se abren y se cierran constantes con un viento desconocido, palomas que mueven su cabeza incesantemente en un ritmo sin sonido y mariposas que con sus cuerpos escritos movían sus alas en pos de una arritmia extraña. Solo parecía ser el recorrido que la escalera quería mostrarme, todo sutil, de papel, perfecto para un niño que le gusta rayar sobre cualquier superficie, parecía este su paraíso.

No obstante la curiosidad siempre te lleva a otra parte y quería escalar, sabiendo que, no volvería a encontrarme con un papel en la lejanía, por tanto me despedí dejando en el una huella…. si alguna vez volviera y tuviera vida, sería el destino el que me saludaría, ¡qué gusto sería!. 

Escalar no parecía una acción tan molesta como lo pintaba papá en sus cuentillos, siempre decía que estar arriba era aburrido, cuando todo lo que estaba a tu alrededor era ladrillo; esta vez Escalera me dio la oportunidad de ir a un mundo donde abunda baldosa, es un mundo naranja y empolvado donde habitan pequeñas cosas; escobas, que todo el tiempo barren y ríen, yo quería como todo un niño jugar en el polvo y ser anaranjado para que las escobas barrieran mi cuerpo y así escucharlas reír… Así, antes de partir, una de ella arrancó de su delicado cuerpo una enhebra cortica y peluda diferente a todas las de su cuerpo; me dijo que en este viaje era importante traerse consigo una huella del destino, las lágrimas ya empolvadas sabían que esta despedida sería para siempre y si alguna vez volviera y viviera, estaría la enhebra para recordar mi paso por la escoba.

Escalera siempre te llevaba a otra parte, a pesar de que tiene boca, nunca habla ni murmura, su tarea parecía ser un simple trabajo, subir y llevar, pero no hablar… escalera cambiaba de textura en determinados momentos, pero esta vez pude presenciar que su amaderado cuerpo había cambiado de estado, no recuerdo exactamente que era eso, pero seguía subiendo y ella invisible seguía cargándome.

Habían letreros en el camino que decían: ¡prohibido escaleras!, ¡no continúe!…Quizás ya había entendido porque Escalera camaleónica había decido cambiar de estado, yo seguía subiendo, pero decidí volar sabiendo que pronto escalera cambiaría… Llegué a una torta gigante donde las velas encendidas en su vaivén, exclamaban fuertemente que me alejará de la delicada capa deliciosa que recubría la torta, como a todo niño que le gusta comer dulce, simplemente se queda y no escucha… Empezaron a caer gotas calientes y chispas, no sabia de donde provenían, todo era tan alto que era complicado de observar: tratando de seguir el consejo de Escoba, me dio por capturar cosas del destino: una chispa, así de fugaz como se pinta, así una chispa es el destino; – qué difícil cosa y qué osadía seria obtenerla, capturarla en caja no seria suficiente; igual la chispa se consumiría, eso pensé…

… las velas ya agotadas y casi de mi estatura hablaban sin parar, se les acababa el tiempo y querían decirlo todo, una de ellas me entregó de su cuerpo una pequeña piedra que parecía una centella que alumbraba con solo mirarla, sabía que esta era una despedida y la consumida vela con palabras sabias, comprendía que también sería el fin de su destino y funcionalidad, sabía que un cumpleaños nunca era eterno y que el tiempo nunca iba a estar al favor de su mente tan calurosa.

Yo con lágrimas en mis ojos simplemente le di un pedazo de pastel, asegurando que ella lo disfrutaría hasta después de quedar echa un charquito, comprendía que aquí la tristeza no me dejaría continuar, pero la torta, – si que sabía bien. Debía seguir, entendiendo que, este lugar no lo volvería a probar, guarde un poco del pastel, como diría escoba, – esto también es cosa del destino.

Escalera esquivó (y lo noté) desde el principio este lugar tan extraño, peludo y rosado. Se llamaba el broche de despedida, un lugar a donde llegan todas las escaleras más extrañas y coloridas, es el lugar dónde le dicen adiós a todos su tripulantes y por eso es que Escalera no quería hablar; porque sabía que si hablaba conmigo sería para ella difícil despedirse, — pero como es de extraña la vida, unos lloramos, otros reímos… y ¿ Escalera tenía miedo de perder el primer amigo?. Ella no creía que la recordaría, no obstante, siempre es importante dejar consigo cosas para el destino… y le entregué la corona de mis cuentos…. siempre fui el rey de las ficciones que mamá y papá contaban a la hora de despedirse, la noche de despedida era eso, un pequeño cuento de partida
para mi muda amiga, tan alta y larga como quiere, en un devenir constante, así…todo era parte de la huella del destino.

Un cuento para llorar
Autor: Jhonatan Correa Henao

Ir al contenido