Por: Juan Manuel Vásquez Vivas, equipo de comunicaciones Instituto de Cultura.
La pasada noche del viernes 21 de junio se celebró una nueva edición de Las Palabras y La Noche en la Sala Montañas de El Instituto de Cultura El Carmen de Viboral. La velada reunía al escritor colombiano Reinaldo Spitaletta, a la poeta Marga López y a la multipremiada cantautora Luz Marina Posada. Dividido en dos, el itinerario contemplaba un primer momento en el que se llevaría a cabo la conversación entre Marga y Reinaldo y un segundo tramo en el que Luz Marina brindaría una intervención musical. Este último estuvo compuesto tanto por su repertorio más conocido como por sus composiciones más recientes, entre las cuales se encuentra el homenaje que le rinde a Héctor Abad Gómez en El círculo.
El comienzo del diálogo entre ambos escritores estuvo marcado por una serie de temáticas que Marga había trazado en años y años de una fecunda amistad con Reinaldo, al seguir con juicio las obras que integran su bibliografía. De esta manera emergió la infancia como un motivo que supondría el germen de su literatura futura. Spitaletta creció viendo las nubes que salían de las chimeneas en las fábricas de Bello, la arquitectura industrial en forma de sierra, conoció de cerca los nombres de las telas y los de sus colores, siguió con la mirada los recorridos de los obreros sobre las bicicletas inglesas y escuchó a lo lejos el alboroto de la locomotora del ferrocarril. Sintió además la proximidad de la voz de su padre que al ver todo aquello sentenciaba: «yo no quiero ser un obrero, eso es como ser un esclavo».
Aquel hombre conocía como pocos sobre esclavos. Había aprendido inglés para repetirles hasta el hartazgo a los turistas que visitaban las murallas de Cartagena las historias de piratas y cimarrones que habían llegado hasta sus oídos. Cuando incluso él se agotó de ese discurso para foráneos, se instaló entre las montañas antioqueñas, como si ellas lo protegieran para siempre de la posibilidad del asalto de las embarcaciones británicas o de los turistas. Esa noche, junto a Marga López, Reinaldo con gesto adusto parecía recordar esa escotilla con la que su padre había zanjado el pasado costero. El mismo gesto con que aquella lejanísima mañana le había repetido: «yo no quiero ser un obrero, eso es como ser un esclavo».
No solo esa frase dicha frente a la fuga de las bicicletas inoculó el interés por las relaciones de poder en el pensamiento de Spitaletta. A ello se sumó la historia de Betsabé Espinal, la mujer que, de pie en un taburete, alzó su voz contra los abusos de los capataces de las fábricas textiles antioqueñas en la primera huelga obrera de Antioquia. Betsabé luchaba por la dignidad de miles de mujeres a las que obligaban a trabajar descalzas en turnos de más de catorce horas. Luchaba porque a esas mismas mujeres sus empleadores las obligaban a acostarse con ellos bajo la amenaza de perder sus trabajos en caso de resistirse. Betsabé nunca sospechó que décadas más adelante sus actos serían el insumo para tantas otras manifestaciones, para tantas otras cartas, crónicas y novelas.
No resulta extraño, por tanto, que Reinaldo afirmara que aprendió a redactar, justamente, en los sindicatos obreros durante la década del 70. Así como que superara su doble decena de títulos con uno consagrado a la memoria de Betsabé y otro dedicado a su tía Verania. Poco a poco la presencia de las mujeres había abrazado la velada: la locuaz madre de Reinado, la semblanza de ambas Betsabés, Romelia —la Scheherezade que le había contado «acomodadas», en sus primeros años de vida, las historias de Las mil y una noches— y, por supuesto, la ansiada voz de Luz Marina Posada.
Una vez los contertulios abandonaron entre palmas el escenario, la cantante dio inicio a su recital con un acalanto dedicado a su sobrina Sara. Como indicó tras la canción, el acalanto, originalmente cantado en portugués, es un género musical de tonadas calmas para acompañar el sueño de los niños. Si se quisiera describir la naturaleza del acalanto, podría decirse que es ese murmullo que brota en el conticinio, esa palabra en español que describe un momento en el que la noche se sumerge en el silencio. Una palabra para la música, una música para la palabra. A la seguidilla de bambucos, pasillos y cumbias Luz Marina la supo acompañar con comentarios que oscilaban entre sus amplios conocimientos etnomusicológicos y las anécdotas tras cada una de sus composiciones.
La reivindicación social y musical de Luz Marina llegó a los oídos del público a veces por medio del gozoso júbilo de canciones como El trueque, a veces con la melancolía de pasillos amatorios como A bordo de tu voz o Canción de amor (Entre mi patria y yo), con la cadencia festiva de La brecha o el dolor histórico de El círculo. Así, ambos segmentos, a través de la voz de Reinaldo y de la tersa palabra de Luz, escribieron nuevas y memorables páginas en esta nueva edición de Las Palabras y La Noche.