Una rosa en las vías del tren: memorias de la Cantiga Festiva (Segunda parte)

Cantiga de amigo — José Manuel Arango

Y tras la incertidumbre de un instante
frente al desconocido
que luego por virtud del gesto recordado
vuelve a ser el amigo que después de la lluvia
llama a la puerta

lo ayudamos a desnudarse
colgamos sus ropas a secar junto al fuego

y oímos el relato de su viaje
reconociéndonos en sus maneras
de náufrago

 

Durante la mañana del segundo día de la Cantiga, Cristian Parra, docente de la Escuela de Artes del Instituto, arrojó las preguntas: ¿qué es la memoria?, ¿qué apariencias adquiere?, ¿a qué sabe?, ¿cómo se siente entre las manos? Junto a él, los asistentes a su taller sobre el “Libro de artista” buscaron la respuesta entre las páginas de un libro álbum de Mem Fox llamado Guillermo Jorge Manuel José. En él, el protagonista emprende la búsqueda de las mismas contestaciones, pues una anciana cercana a la familia del niño pierde sus recuerdos y, por medio de una serie de objetos, el pequeño le ayuda a recuperarlos. Tras su viaje Guillermo, su amiga mayor, los oyentes de la historia y los asistentes de la Fiesta del Libro habían aprendido que tan solo un objeto puede bastar para recuperar la memoria, que esta es tibia como una siesta dominical de cien años, antigua como las aventuras fabulosas que Scheherezade le narraba cada noche al rey Shahriar, que te hacen llorar como el destino de Anna Karenina o reír como las ocurrencias del ingenioso hidalgo y que es preciosa como las definiciones de “Casa de estrellas”.

Al taller de Cristian, al cual había precedido el de fotobordado el día anterior, lo seguirían el de encuadernación japonesa de Alejandra Serna y el de ilustración creativa de Pamela Gil. A estos cuatro espacios para la reflexión y la creación los acompañaron en total más de sesenta participantes inscritos gratuitamente durante los días previos a la Cantiga y provenientes de todos los rincones del departamento. En el parque, durante la mañana y el comienzo de la tarde, “los renacuajos” con sus padres y madres participaron de las estaciones dispuestas en el parque principal con actividades en dibujo, danza, pintura, yoga o cerámica. Horas más tarde la programación continuaría con los cuentos de Gloria Agudelo López, un homenaje a los narradores y narradoras que la habían hecho cuentera.

El sábado de Cantiga transcurrió bajo un cielo límpido con el encuentro subregional de escritores, en el cual se unieron autores como el poeta Andrés Álvarez Arboleda, Mariana González del Festival Apalabrar y el periodista y docente Daniel Santa Isaza y avivaron un diálogo en torno a temas como la vocación anunciativa de la poesía, puesto que esta genera preguntas sobre algo hasta entonces innombrado. Tras este espacio, en el segundo encuentro, ahora dedicado a autoras locales del municipio, se llevó a cabo un recital y conversatorio que expuso algunos de los escritos de Salomé Soto Arcila y Débora Hernández, sus ideas y trayectorias.

La jornada avanzaba y vio declinar la tarde con la charla del filósofo Carlos Enrique Ortiz sobre la poesía política en la obra de José Manuel Arango. Esta lúcida selección de poemas fue hilada gracias a la reflexión del catedrático de la Universidad de Antioquia, quien supo mediar entre la hermenéutica y su cercanía afectiva con el legado del poeta carmelitano. Tras él, el público escuchó atentamente al recital de poesía de Gloria María Bustamante Morales, una autora pródiga de epítetos expresivos y calambures juguetones que merodeó temas tan opuestos en apariencia como el conflicto armado y el erotismo.

Este segundo día de nuestra Fiesta del Libro cerró con broche de oro con la invaluable presencia de la cantante colomboirlandesa, Katie James. Su sonrisa, su guitarra y su voz le bastaron a la hasta entonces fría noche carmelitana para deleitarse en un cálido homenaje a la música campesina y a composiciones como las de José Alfredo Jiménez que, aunque foráneas, siempre supieron hacerse un hogar en las gargantas nacidas entre las montañas antioqueñas. Bajo la distante oscuridad del cielo, Katie presentó cada una de sus composiciones con suavidad, picardía y complicidad. Incluso nos reveló que una de ellas venía de la reciente historia de amor de su madre, quien había vuelto a enamorarse a los 81 años y recomendaba a todos el abolir la idea de que algún momento de la vida era tarde para amar.

El domingo primero de septiembre, último día de la Fiesta del Libro, inició en el parque con el pabellón de iniciativas literarias abarrotado de asistentes que querían hacerse con libros a los que habían vigilado meticulosamente desde el inicio de la Cantiga Festiva. Como un augurio del cierre de este evento de importancia capital para las actividades culturales relacionadas con la literatura en el departamento, la primera actividad de la tarde consistió en el conversatorio sobre el poemario “El destino de los pájaros” de la poeta medellinense Karla Jazmín Arango Restrepo, seguido de la presentación de “Caramanta” el maravilloso poemario de Robinson Quintero Ossa, ganador del Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango 2023, la portentosa narración de cuentos antiguos en voz de Nora Ulloa Restrepo y la lectura de poesía de diversos autores pertenecientes a la Revista Innombrable. Estos encuentros rezumaron algunas ideas que habían quedado como suspendidas en el aire del parque principal durante los tres días de Fiesta: la necesaria recuperación del vínculo entre música y poesía, la vocación de ave de la escritura femenina y su multisensorialidad, el escapar de la nostalgia como un estereotipo de lo pasado por lo que se pregunta la poesía o la pervivencia de la memoria colectiva en la palabra dicha.

El final de la IV Fiesta del Libro “Cantiga Festiva” llegó con la batalla de repentismo entre jóvenes exponentes del freestyle y la trova. Un espectador ajeno a los festivales y encuentros de ambos géneros habría podido asombrarse por la edad de aquellos juglares contemporáneos, pero alguien habituado a escucharlos sabría que aquellos personajes gozaban de gran experiencia, sabría que habían batallado y triunfado en un sinnúmero de combates festivos en los que la improvisación era su única arma. La premisa del cruce era maravillosa: una vez cada bando hiciera su presentación en su género dominante, iría alternándose el ritmo para que los trovadores rapearan y los freestylers trovaran y así se demostraría cuál expresión guardaba a los artistas más ingeniosos. El público se entregó con tal frenesí a aquella batalla que ni siquiera el primer atisbo de lluvia logró espantarlo. Bajo un par de carpas y sombrillas, que fueron luego innecesarias, porque si algo sabe hacer la gente del municipio es hacer de la lluvia parte del espectáculo, escucharon, se rieron y acompañaron con sus palmas las ocurrencias ya no del ingenioso hidalgo, sino las de aquellos escuderos de la rima y el verso.

Cerca del final del show, en referencia a “Intifada de versos”, un libro colaborativo de poesía en el que habían participado diversos autores de la región, uno de los artistas afirmó que, aunque intentar detener la guerra con poesía era como arrojar una rosa a las vías del tren, era justamente aquella suma de voces —como las que se entrelazan en este festival— la única posibilidad de transformar nuestra visión de la vida. La imagen produjo un silencio momentáneo que provocó, en medio del júbilo de la celebración, un hondo suspiro. Acaso en él respiraba, mansamente, el espíritu de esta Cantiga de amigos.

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