Por: José Danilo Garcés Rodrìguez.
Foto: Fabián Rendón Morales.
La obra comienza con dos familias arrodilladas frente a un altar imaginario. Emilio, uno de los hombres, precede los rezos con una voz que abarca el teatro; los demás personajes hacen coro a sus plegarias. Desde el principio la naturaleza cómica de los personajes, así como la parodia de la antioqueñidad se hace evidente: los hombres, serios en su profesión de chascarrillos andantes, y las mujeres, tiernas en su manifiesta naturaleza agresiva.
A lo largo de la obra vemos cómo estas dos familias se enfrentan a la época de las elecciones del próximo alcalde de su pueblo, en la que Emilio (Milio para los amigos), como el personaje extrovertido y emprendedor que es, propone (empuja) a Jacinto, su bonachón y cuasi marioneta-de-todos amigo, a que se lance (se lanza o lo lanzo dice en algún momento la esposa de Jacinto) a la alcaldía de su pueblo para así hacer frente a Pocholo, el típico politiquero corrupto al que nos presentan con el pecho inflado de orgullo y el rostro desfigurado por una sonrisa de guasón permanente con la que nos jura que desde ese momento somos todos sus amigos.
Vote por mí es para reír y conmoverse; presenta de manera jocosa la herencia paisa con la calidez y la belleza de las montañas que la atraviesan y al mismo tiempo la pone en tela de juicio, exponiendo su aparente inocencia, rompiendo con la muy pretendida romantización de la figura del paisa montañero, presentándolo sin flores ni perfumes.
En esta obra ni los buenos son héroes, ni los malos son mentes maestras del crimen. Los personajes son tan transparentes como rica la interpretación que los actores hacen de ellos. Y las escenas son tan cómicas, como lúgubre la certeza con que reflejan la realidad de esta pobre esquina del terruño colombiano.
Vote por mí, es una obra sentida en la piel y creada sobre la base de un amor herido por la patria, donde la identidad de un pueblo se refleja con empatía y pasión, resaltando la lucha que lleva a cabo consigo mismo, junto a su belleza y su ímpetu soñador y guerrero. En vote por mí, si bien buenos y malos se definen desde el principio como lados opuestos de una moneda, a todos podemos mirar con desconfianza. Tanto a la parodia del politiquero manipulador como a la de los campesinos aguerridos. Quienes tengan la oportunidad de ver la obra pongan atención a la escena en la que Milio contrata a los músicos, allí podrán ver ilustrada la cercanía de las caras de la moneda y reírse.