Ciclo de cine ” Notas cinematográficas para un discurso amoroso”
A nuestros amores. Título original: Á nos amours
Ficha técnica:
Dirección: Maurice Pialat
Guión: Arlette Langmann y Maurice Pialat
Cámara: Jacques Loiseleux
Reparto: Sandrine Bonnaire (Susana), Maurice Pialat (el padre), Dominique Besnehard (Roberto, el hermano), Cyr Boitard (Luc, el novio), Evelyne Ker (La madre)
Música: Purcell, Klaus Nomi
Año: 1983
País: Francia
Duración: 1 hora 40 minutos
Comentario:
“A nuestros amores” es un retrato de Susana, una adolescente de dieciséis años, con aire de desenfado, cruel y dulce, errátil y sedentaria, ambigua en todos sus actos, protagonizada por la actriz Sandrine Bonnaire, quien hará su debut en el cine interpretando a un personaje de su misma edad – descubierta con acierto por Pialat – el director, para dar la frescura y sensualidad necesarias a la imagen de la jovencita que desafía al orden establecido, pero también para delinear el marco dramático del personaje insatisfecho, tras la búsqueda infructuosa del amor y el afecto en un medio familiar y social no menos hostil, ambiguo e inestable; aspectos que le darán a la actriz Sandrine Bonnaire en su segundo papel, sin llegar a los veinte años, un lugar en la interpretación de personajes fuera de lugar como sucede con la película de Agnés Varda “Sin techo ni ley”, donde encarna a “Mona”, una vagabunda que ha decidido dejarlo todo hasta auto extinguirse.
Pialat, es un director maduro que ya en plena década del ochenta, sabe reinventar el cine con un estilo propio. Su filmografía aunque modesta, es contundente a la hora de crear la intensidad emotiva en cada plano a la manera de “bloques de vida”, al cortar los planos en medio de su agitación y que el montaje yuxtapone sin pretender una continuidad lineal, elevando el potencial asociativo y rítmico de cada plano o corte que lo aproxima al estilo de directores como Kieslowski o Cassavettes. Así, el inicio de “A nuestros amores”, da cuenta de cuatro secuencias que se suceden sin utilizar elementos de continuidad convencionales: del ensayo de teatro pasamos a al barco a pleno sol, luego a un plano en este mismo barco al final de la tarde y por fin a la velada teatral.
Ningún raccord es utilizado en esta entrada de la película, lo que la hace más susceptible a través de la interrupción sonora: de la música de Purcell al ruido de las zambullidas en el agua, y luego a los diálogos de los veraneantes hasta la secuencia de la obra de teatro. El uso de la representación teatral dentro de la película, en este caso la tragicomedia romántica de Musset llamada “Con el amor no se juega”, anuncia metafóricamente la desventura de la protagonista y su trashumancia sexual. Una de las secuencias más bellas y recordadas es la conversación entre el padre, protagonizado por el mismo director Pialat, y la joven Susana, en el momento en que el padre le anuncia que abandonará la casa mientras le señala en su rostro la ausencia de uno de los hoyuelos:
Padre: “… Ya solo tienes uno. ¿Cuándo se ha ido el otro? Antes tenías dos hoyuelos, y ‘¿por qué ya no está el otro?
Susana: No sé también estaba harto. Se ha ido.
Padre: Vives con alguien todos los días y no te das cuenta.
El sentido del diálogo resume el punto de inflexión de la adolescente, su vuelta hacia la vida adulta que aún no sabe cómo afrontar y el contraste con el agotamiento de la vida familiar y la fuga del padre, anunciando la pérdida (el hoyuelo en el rostro) y la pérdida del padre, quien ahora se marcha, tal vez el único referente afectivo de Susana,. La película tendrá un final abierto, sin solucionarle nada al espectador, dejando que éste saque sus propias conclusiones.
Apreciaciones cinematográficas realizadas por: Paula Toro – Grupo Kinoks