Fértil Miseria y The Kitsch: un intento por no repetirse

Escrito por: Danilo Garcés, integrante de Opinión a la Plaza.

The Kitsch en el IX Víboral Rock. Fotografía tomada por Fabián Rendón M. – Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.

Fértil Miseria y The Kitsch: un intento por no repetirse

Escrito por: Danilo Garcés, integrante de Opinión a la Plaza.

Son los años sesenta en medio de una sociedad piadosa que pugnaba por conservar los valores tradicionales de la gran familia, mientras las banderas hondeaban sobre los restos de aviones derribados en territorios ajenos, los gobiernos del mundo hacían una carrera por ver quien alcanzaba primero a darle un misilazo a la luna y hordas de hippies soñadores se tomaban las calles y el mundo de la música con sus sonidos psicodélicos y sus maneras estrafalarias. Al tiempo se cocinaba en los garajes de los pueblos y las ciudades abandonadas la música de una generación hastiada, que convirtió su hastío en gritos.

Primero no tenía nombre porque se fugó de la casa de unos padres a los que no quería antes de que lo bautizaran. Estuvo viajando; Estados Unidos, Inglaterra, Perú; a cualquier lugar donde la vida ya no creía en sí misma. Llevaba guitarras desafinadas y gritos desgarrados, no le importaban los acordes, los solos de guitarra, ni las multitudes. Quería escupir en la cara de las normas, las buenas costumbres y todas las formas de represión.

Llegó a Colombia cuando ya lo daban por muerto, se nutrió de la violencia del momento, de la pobreza y el desasosiego. No había muerto y aquí encontró una cuna, en los barrios bajos y entre las juventudes aburridas e impotentes, que no tenían cómo oponerse a las fuerzas que reaccionaban con plomo a los gritos que pedían justicia. Quien haya visto alguna vez Rodrigo D. No futuro, esa clásica película del cine colombiano sabe de lo que hablo, del punk y cómo llegó. Del punk como un arma en las manos de los que no querían vivir en esas sociedades clasistas, godas y represivas. No apuntaban a la sien de los jóvenes sino a las piernas de los que los pisoteaban. Pero no hace falta ver una película para entender todo esto, más vale escuchar las mismas voces que le dieron vida al género en los noventa y a las que le dan su lugar hoy cuando todos nos hemos acostumbrado tanto a las crestas, a las chaquetas de cuero y a las canciones en contra de los toreros, que impresionan más los vestidos de rayas de The kitsch, la banda que desde Bogotá hace una propuesta escénica diferente al viernes de punk en el Viboral Rock. Y es que ellos mismo dicen “no tocamos punk” y no, no tocan ese punk que ya todos conocemos, nos traen el punk en su esencia, sin redundar en los sonidos conocidos, las canciones repetida y sin dejar de ser brutales. Porque el punk no ha muerto, pero hace rato que cambió sus sonidos y si bien a las bandas pioneras, como Fértil Miseria, se les reconoce su valor al conservar toda la esencia del punk noventero, lleno de la pelea contra el sistema y la ira contra la violencia del país y se les atesora como a los libros viejos, el punk que nos ha tocado (el que intenta ser como ellos) no es la mitad de punk.

Pero no hace falta escuchar las palabras de alguien que hasta hace dos días no tenía idea de que sobrevivían aún bandas con el espíritu de esta música estridente, revuelvetripas y desarraigada. Confieso que hasta el jueves no me gustaba el punk pero hablando con esas viejas peleoneras, muertas de frio en este pueblo helado, frontwomen de Fértil Miseria y con esos muchachos nudistas en medio de esta playa inventada que fue la tormenta del viernes uno escucha las voces del punk llenas de vida.

Las primeras víctimas de mis improvisadas entrevistas (por que tenía que ser así, bien punk) fueron The Kitsch, me hablaron sobre lo admirable de que bandas pioneras sigan con toda la fuerza y de cómo otras bandas como Odio a botero conserven la esencia del punk con nuevas propuestas, porque las bandas que sobreviven a la costumbre son las que según ellos son “tan punk que sus instrumentos chocan con el punk”.

Y es que las bandas que hoy todavía quieren ser como el punk de los 90, que reiteran en las liricas desactualizadas, en las viejas protestas contra el sistema, no prosperan. Jefferson León, bajista de The Kitsch, en medio de las guitarras que se preparaban en la tarima me cuenta cómo en Bogotá ha decrecido el punk en sus viejos atavíos “el punk que se hacia tuvo su punto innovador, pero en la década siguiente y en la actual no ha sabido hacer una propuesta nueva que rompa con todo lo que ya se hizo, porque si vamos a escuchar la misma música de los noventa a la gente no le va a llamar. La era del punk tradicional ha decaído resto” dice “creo que esta nueva generación que se quiera vincular al punk tienen que tener en cuenta eso”. El vocalista, Albert Medina, que entro en un vestido a la tarima y al bajar estaba ya en pantaloncillos, me cuenta sobre el proceso de escritura de sus canciones: “Yo trato de basarme en cosas que no son comunes” me dice con su acento bogotano “como irme más a fondo del cliché, al puro tabú. Como en esa canción “Quiero bailar con tu mamá”, lo que queríamos era hacer una canción de reggaetón. Y lo logramos.” Le pregunto por “lámeme todo” y su vídeo en el que salen los dos siendo embarrados de pasteles y dulces por un montón de muchachas. Todos se ríen, y casi al unísono responden: “La peor experiencia, mucha comida, dulces, no lo untamos y empezó a oler horrible, un pastel con sangre, con carne por dentro que se pudrió de una, era una casa abandonada, no había agua ni para lavarnos. Yo creo que eso es lo más punk que hemos vivido” Y así, en medio de risas, me despido de The Kitsch

Después hablan los veintinueve años de Fértil Miseria, le pregunto cómo ha cambiado el punk desde entonces y me responde Vicky: “La evolución por, sobre todo, es la facilidad”. La vocal sin un pelo sobre la cabeza y de cejas tatuadas representa la más bella imagen del punk de su época. “En ese entonces nos tocaba hacer a nosotros mismos los bajos, las guitarras y las baterías. Eran unas canecas y una radiografía.” Piedad cofundadora de la banda, mujer risueña altanera e irreverente, como ella misma se define, me cuenta que al principio hacían fonomímicas, cogían guitarras de palo, las decoraban, colocaban los discos y hacían como que eran ellas las que tocaban y cansadas de jugar dijeron “la chimba formemos la banda”

Pero formar una banda de mujeres en esa época era esperar que las putearan, dicen ellas, “que nos dijeran que no servíamos para puta mierda. Los roqueros en ese entonces éramos los malos, los marginados, a los que las abuelitas les corrían y la representación femenina era mínima; cien peludos y cinco mujeres. Así eran los parches. Uno sentía la burla, todo el mundo estaba esperando que las viejas se descacharan, pero nos mantuvimos.” dice orgullosa. Y sí que se han mantenido, pregunto “¿qué es lo que los diferencia de todas esas otras bandas que hoy día nacen intentando un sonido como el de ustedes sin lograr gran cosa? uno ve que los mismos temas se conservan en las bandas nuevas sin decir mucho, pero en ustedes hay una suerte de esencia que toca la fibra, ¿Ustedes qué creen que es lo que los diferencia?”, Vicky piensa un momento y dice: “me voy a tirar la chispa: Sigue esa rebeldía, la autogestión, esa irreverencia, cierto, pero, no sé si es por lo que vivimos, la violencia, la violencia intrafamiliar, tanta represión o qué. La música sale del corazón y pienso que ese sonido que tiene Fértil que lo caracteriza nace de ahí, eso hace que sea diferente” A esto, Juan Londoño el guitarrista de la banda, que viene desde Costa Rica cada que puede, completa diciendo: “el punk, desgraciadamente, hay gente que lo toma por moda, pero hay más gente que sí está ahí y más apoyo y conciencia con las letras. Si uno no quiere repetirse uno debe hacer las cosas como le nacen, cuando uno hace las cosas de corazón y con energía, eso mueve a la gente. La cuestión del punk es mostrar la realidad en nuestras letras, la miseria, los niños en la calle, la represión el punk nos da la posibilidad de expresarlo. Hoy estuvimos hablando sobre las nuevas bandas, de cómo algunas otras lo están logrando, y otras están haciendo lo mismo que otras. Para que una banda pueda sonar y despertar ese chip en la gente debería hacer algo que no este sonando y mostrar la realidad, no ir a cantar una canción que estén cantando otros, que es lo que hacen, vos escuchas una banda y decís «suena a gatillazo», o «suenan como estos otros», es eso lo que no le cala a la gente, porque están haciendo algo que ya está hecho y así es como el punk muere”.

Me despido de ellos con un abrazo, embriagado con estas dos bandas separadas por dos décadas de distancia. Me sorprende que sus estilos tan diferentes mantengan vivo el mismo espíritu.

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