Riot grrrl o el feminismo en el rock

Escrito por: Andrés Álvarez Arboleda, integrante de Opinión a la Plaza.

Fértil Miseria en el IX Víboral Rock. Fotografía tomada por Daniel Galeano – Oficina de Comunicaciones del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral.

Riot grrrl o el feminismo en el rock

Escrito por: Andrés Álvarez Arboleda, integrante de Opinión a la Plaza.

En la International Pop Underground Convention de 1991, celebrada en la ciudad de Olympia (EE.UU), se organizó un escenario destinado exclusivamente a bandas conformadas por mujeres. Este hecho marcó un hito en la historia del rock y fue determinante en la consolidación de un importante movimiento feminista: el Riot Grrrl. El movimiento pretendían redefinir el papel de la mujer en la escena alternativa, no solo para empoderarla en el plano político –como lo habían propuesto las primeras olas del feminismo– sino también para darles un lugar en el plano artístico. Las integrantes de bandas como Bikini Kill, Bratmobile y Sleater Kinney querían proponer unas estéticas propias que hablaran de la desigualdad de género, la violencia sexual y las nuevas formas de sexualidad que asumían una perspectiva feminista.

Las voces del Riot Grrrl no fueron, por supuesto, las únicas que tuvieron resonancia en la luchas por la igualdad que han emprendido las mujeres desde el arte, y en particular, desde géneros cercanos al rock. En los años sesenta ya habían puesto el dedo en la llaga de los valores tradicionales cantantes como Janis Joplin y Betty Davis, abogando por una mayor liberalización de la sexualidad y cuestionando las estructuras de poder, si no directamente, sí a través de la influencia que ejercieron sobre un medio social –el del hipismo, el de los movimientos estudiantiles– comprometido políticamente. En los años setenta, cada canción de Patty Smith, como escribió Alex Palahniuk, “era un alegato inteligente a favor de todas esas mujeres que caminaron de la mano del espíritu aventurero de Virginia Woolf o de la propia Flora Tristán”. Sin embargo, los años ochenta fueron menos fértiles para la reflexión y el activismo feminista en el rock.

El movimiento Riot Grrrl apareció así en un momento en el que la relacione entre feminismo y el rock necesitaba una revitalización, pero también en un contexto especial en la historia del feminismo: la tercera ola. La primera ola del feminismo se había dedicado a reivindicar el derecho al voto de las mujeres, y la igual capacidad jurídica en los asuntos relacionados con el matrimonio y el manejo de la propiedad; las segunda ola –desde los años sesenta– abogó por una expansión de la libertad y la igualdad de la mujer en otras esferas sociales: la sexualidad, la familia, el trabajo. La tercera ola, por su parte, desde los años noventa comenzó a cuestionar las definiciones esencialistas sobre lo que significaba ser mujer, naturalizadas por la costumbre y las estructuras de dominación, y que le imponían a la mujer unos roles y cargas sociales inamovibles.

Las puestas en escena de las bandas de punk, hardcore y heavy metal del Riot Grrrl eran explícitamente militantes: se repartían fanzines y las letras de las canciones que sonarían en el concierto, y se abrían espacios de diálogo en el que las mujeres podían poner en común la experiencia de la discriminación y el abuso de género. Aunque este movimiento comenzó a menguar en las décadas siguientes, su influencia ha tenido resonancia en otros movimientos. El rock siempre ha sido –y será– un crisol en el que las resistencias sociales han tenido cabida: ser rockera y no ser revolucionaria es una contradicción en los términos.

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El equipo de Opinión a la Plaza, en la IX versión del Víboral Rock, indagó brevemente por la figura de la mujer en el rock. “Cuando tuvimos el primer concierto grande, en la Feria de Ganado, todo el mundo estaba esperando que las viejas se descacharan. Vamos a esperar que esas hijueputas suenen mal”, nos contó Piedad Castro, bajista de Fértil Miseria; sin embargo, las mujeres se abrieron camino en la escena del punk de tal manera que allí encontraron una línea de fuga, un nicho de resistencia y libertad. Andrea Echeverri, la cantante de Aterciopelados, nos dijo que con sus canciones se opone a un mundo “neoliberal, donde todo se venden, y donde el protagonista de toda esa macabra estructura comercial y patriarcal (dice esta última palabra en todo jocoso. Se ríe) es el cuerpo y la sexualidad de la mujer”.

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