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Ciclo de cine » Notas cinematográficas para un discurso amoroso» Segunda Temporada. 

Unos cuantos días en la vida de Oblómov

 

Ficha técnica:
Guión: Aleksandr Adabashyan, Nikita Mikhalkov (basada en la novela de Ivan Goncharov)
Dirección: Nikita Mikhalkov
Cámara: Pavel Lebeshev
Música: Eduard Artemev
Reparto: Oleg Tabakov (Iliya Llych Oblómov), Yuri Bogatyrov (Andrei Stolz), Yelena Solovevy (Olga), Andrei Popov (Zakhar).
Producción: Mosfilm
Año: 1980. Color. Duración: 2 horas y 30 minutos. País: Rusia.

Comentario:
En “Unos Cuantos días en la vida de Oblómov”, asistimos a la temporalidad diluida y ambulante de un personaje que se abandona al sueño al interrumpir la cadena de acciones de la realidad, la rueda de los motivos, la sujeción a los fines, la utilidad, los propósitos o el deseo de hacer. Oblómov, hijo de una familia aristocrática, decide echarse en un sofá para pasar las horas sin tocar el mundo exterior. Oblómov es el síntoma de una aristocracia en decadencia para quien ya no tiene sentido afanarse, rendirse a la acción, cumplir un objetivo; dicha afirmación de la inutilidad se contrapone a la vida mundana y exitosa de su amigo de infancia Andrei Stolz quien intentará devolverlo a la exterioridad. Este montaje libre de la novela homónima de Ivan Goncharov, el “Oblomov” de Nikita Mikhalkov (1981) aparece bajo los cuadros y planos iluminados, cómicos, contemplativos y evocadores de un tiempo que va del presente a la infancia, demostrando una capacidad para sustraerse del peso retórico o discursivo de la novela original y del avance meramente narrativo para mostrar las percepciones de la vagancia y los recuerdos nombradas por Goncharov como propias del “hombre superfluo”, una figura recurrente en la literatura rusa del siglo XIX: El tonto, el ingenuo, el idiota, el bueno para nada, que si bien es síntoma de nihilismo decimonónico de una sociedad en crisis, su ruptura psicomotriz lo lleva a tener una visión sobre la banalidad de las relaciones sociales y la falta de sentido de toda empresa humana. Ocioso e inactivo, Oblómov es sacado de su abandono por su amigo Andrei Stolz y conoce de golpe un despertar brusco en el mundo de las acciones y una inesperada sacudida que por un momento le hace creer en el amor y en la posibilidad de la confianza entre los hombres. El sentimiento amoroso surge allí donde recomienza el despertar de Oblómov, un segundo nacimiento después de haberse sumido en el sueño que lo suspendía de toda aprehensión o búsqueda del objeto y los fines. Su resurgimiento ingenuo, sintetizado por la hermosa secuencia del niño que en el verano caluroso observa cómo todos los adultos duermen, hace emerger de nuevo la pregunta por la vida, aunque no sin duda y titubeos, mientras su corazón se enciende en un ímpetu desconocido para él.

Tomado de www.grupokinoks.blogspot.com – Apreciaciones cinematográficas realizadas por: Paula Toro y Ricado Ospina – Grupo Kinoks

 

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